DIOSIDENCIAS

Hace tiempo mi suegra me presentó el término diosodencias, palabra que acuñé a mi vocabulario de inmediato por lo atinado que a veces es vincular aquello que podrían parecernos coincidencias con un plan maestro superior a nuestra voluntad, control o incluso capacidad de crear.

Julio del 2021, cuatro meses de posparto, un bebé amarrado a mi torso con una tela interminable de color gris. Mucha gente, mucho ruido, el reloj que por minutos me recordaba que pronto Tomás pediría de comer y mi necesidad imperante de reactivar Oh la Flor tras muchos meses de pandemia y otros tantos de gestación que la habían relegado prácticamente a un recuerdo y alguna clienta tan esporádica como aventurera.

La maternidad, salvaje y atroz, de la noche a la mañana puso en entredicho muchos principios que durante años había sentido inquebrantables. ¿Qué tan importante era validarme laboralmente durante el tiempo que mi bebé fuera eso, un bebé? ¿Sería posible reinsertarme con éxito en el mundo laboral después? ¿Habría forma de conciliar una crianza muy presente con un trabajo remunerado? ¿A qué estaba dispuesta a renunciar? ¿Cuánto hay de ego en la necesidad de presentarme como una mujer inteligente y exitosa laboralmente? ¿Podría renunciar a mi independencia económica?

Uno de mis superpoderes y al mismo tiempo superflaquezas es sentirme capaz de todo. Ese julio de 2021: capaz de ir a comprar material, fabricar tocados, promocionarlos, venderlos, atender a clientas y sin duda ni renuncia, capaz de disfrutar el regalo que para mí estaba siendo la maternidad. Un delirio… Me proponía trabajar de noche pero la lactancia a demanda me dejaban sin tiempo ni energía. Y aún así, estaba completamente aferrada a la idea de resucitar Oh la Flor.

Paralelamente está Tere. Santa Teresa de la Porcelana. Madre, abuela, esposa, ama de casa y dueña de una papelería estratégicamente ubicada frente a un colegio, mismo que cerró durante dos años para evitar la propagación de contagios por COVID.

Tere, quien perdió a una hija y solamente acercándose a la religión cristiana logró empezar a respirar y salir de ese dolor paralizante.

Tere, siempre dispuesta, siempre optimista, creativa y amante del trabajo manual.

Tere, generosa como pocas personas lo son.

Tere, honesta hasta la última sílaba de sus palabras.

Tere, quien rezaba por un ingreso adicional para su familia que ya no sabía qué más ingeniar para sobrevivir la brutal sacudida de la pandemia.

Tere, que el mismo día, a la misma hora de ese julio del 2021 estaba comprando porcelana fría en la misma tienda donde yo buscaba herramientas, también para trabajar el mismo material…

DIOSIDENCIA. Esta vez la varita mágica, el haz de luz sanador, el lazo que libera del nado a contracorriente nos tocó a nosotras. Nos necesitábamos la una a la otra y una fuerza sin duda externa a mí hizo que en ese instante le pidiera su teléfono. El inicio de una gran relación laboral.

Reconozco que tardé en buscar a Tere. Soy muy exigente con los resultados del trabajo que vendemos y estaba desesperanzada. Pero más perdía no intentándolo… Así que tras una llamada telefónica al día siguiente estábamos codo a codo, trabajando juntas y aprendiendo la una de la otra.

Ha llovido desde entonces y puedo decir que sigo sintiéndome inmensamente agradecida de que la vida haya cruzado nuestros caminos. Encontré en Tere a una mujer trabajadora, con iniciativa, sin miedo a reconocer sus errores y ávida de aprender. Encontré en ella una fuente de inspiración. Y sobre todo, a una gran persona, a una mujer en quien puedo confiar y a quien puedo decirle el gran valor que aporta a Oh la Flor y a mi vida como persona también.