LA FELICIDAD SE CONTAGIA

El universo, la suerte, el destino o Dios… pusieron en mi camino a quien primero fue vecina, después amiga, clienta, y sin duda desde hace tiempo hermana de corazón y comadre en la crianza de nuestros bebés. Se llama Antonela con una “l”, aunque también es conocida como la mismísima Moyano de Moquehuá.

No dudo que en vidas pasadas haya sido desde bruja hasta emperatriz, pasando por actriz aclamada en los mejores escenarios de las capitales de moda. Y si sobre ese cóctel viertes la visión de Marie Curie con la sensibilidad de una amapola y el humor de Niño de Rivera la pócima perfecta que deriva es ella, hoy.

Con Anto tengo que contenerme para no querer copiarle hasta la sonrisa; tiene mucho carisma, es atinada para detectar y generar belleza y además su casa siempre huele espectacularmente bien… Pero su cualidad más notable es que es genuinamente ella, sin pelos en la lengua, y casualmente con una lengua que siempre tiene palabras de reconocimiento y amor hacia los demás. Qué bonito vivir bajo la óptica del positivismo, con disposición constante para encontrar la perfección que en todos habita y la decisión de disfrutar cada instante que la vida nos regala.

Dicen que la felicidad es una decisión. La felicidad se cultiva y la felicidad se contagia, como cuando saludas sonriendo a un desconocido. Quizás le alegras un cachito de su día, pero sorprendentemente, sin buscarlo, esa expansión y positivismo vuelve potenciado hacia ti.
Decenas de estudios hoy en día demuestran que el principal factor para obtener una vida longeva son las conexiones sociales profundas. Y curiosamente estas relaciones interpersonales significativas son también uno de los principales predicadores de la felicidad a largo plazo.

Sabiendo esto no es de extrañar que Anto conozca los nombres, vidas y aficiones de todos los niños y papás del parque, ni que a una cena íntima lleguen veinte personas a vivir, o beber de ese amor expansivo que Antonela es.

Escuché hace unos días en una entrevista de Oprah hacia Shawn Achor que “el éxito no nos hace necesariamente más felices sino que la felicidad nos lleva a ser más exitosos” y pensaba en Anto. Bajo la mirada social contemporánea ella es muy exitosa pero definitivamente no nació con todos esos logros en la mochila. No dudo que detrás de su éxito haya perseverancia y trabajo, de la misma forma que me parece evidente que el positivismo que rige su vida —mismo del que cientos queremos contagiarnos— le ha abierto miles de puertas tanto físicas como energéticas y le seguirá abriendo miríadas de caminos más.

La felicidad no es permanente y nos equivocaríamos si buscáramos que lo fuera. Finalmente es poco importante si el vaso está medio lleno o medio vacío siempre y cuando haya una fuente de agua cerca: esas relaciones sociales, ese agradecimiento por lo cotidiano, esos espíritus puros que aterrizan desde el mismísimo reinado de Moquehuá.